Guerra comercial (y III): Si China cae, la región sufrirá

Madrid. El daño económico que Estados Unidos pueda infligir en China con sus aranceles tendrá sus efectos en el resto de la región. Parte de la producción del país podría dirigirse al Sudeste Asiático, lo que provocaría una fragmentación de las cadenas de suministro y generaría importantes ineficiencias, lo cual es preocupante. O dicho de otra manera: el PIB de esta región va a sufrir con esta guerra comercial.
En un contexto de crecientes tensiones entre EEUU y China, los avances tecnológicos están cobrando una especial relevancia por sus implicaciones en la seguridad, y esto afecta notablemente a los países del Sudeste Asiático, que son eslabones clave en la cadena de suministro regional y global. Una cantidad cada vez mayor de productos que antes se consideraban ordinarios ahora contienen tecnologías sofisticadas de doble uso, por ejemplo, en el caso de los coches o los frigoríficos. Eso supone la proliferación de regulaciones comerciales, licencias, restricciones y, a veces, incluso barreras que complican las oportunidades económicas de países como Vietnam, Malasia, Tailandia e Indonesia, que encuentran su impulso comercial en las cadenas de suministro de la industria automotriz o de dispositivos electrónicos que pivota en torno a China. Por tanto, podrían verse duramente castigados.
Las tensiones comerciales pueden crear además un ambiente más incierto para las inversiones extranjeras directas (IED) en el Sudeste Asiático, ya que las empresas pueden ser reacias a invertir en una región que se ve directamente afectada por políticas comerciales volátiles. Esto puede impactar en la expansión de fábricas, la creación de infraestructura o la entrada de nuevas empresas en mercados locales.
Asimismo, los lazos comerciales de los países del Sudeste Asiático con Estados Unidos podrían resentirse por el elevado superávit comercial que han acumulado. Vietnam, en particular, es el mayor exportador de la región a la primera economía del mundo y es el país de la zona que más depende del comercio para su crecimiento económico, después de Singapur.
Los antecedentes para Vietnam no auguran nada bueno. En 2019, Donald Trump ya calificó al país asiático como el Estado más «adicto» del mundo al comercio estadounidense, más incluso que China, dado que ese año su superávit comercial con Estados Unidos era de unos 54.000 millones de dólares. La Administración Trump llegó incluso a iniciar un procedimiento sancionador contra Vietnam por presunta manipulación de divisas, aunque el Gobierno de Joe Biden paró este proceso. Sin embargo, este capítulo podría repetirse con nuevos aranceles, ya que el superávit comercial actual con Estados Unidos disparó el año pasado a 98.700 millones de dólares.
Asimismo, los países sospechosos de ser utilizados para el tránsito de productos chinos a Estados Unidos también se enfrentarán a un escrutinio y a posibles aranceles.
Por su parte, Japón, como una de las principales economías industriales del mundo, tiene fuertes lazos comerciales tanto con China como con Estados Unidos, así que la guerra comercial entre estos dos gigantes puede crear un ambiente económico incierto para el archipiélago.
Japón depende en gran medida de las exportaciones, especialmente en sectores como la automoción, la electrónica y la maquinaria. La imposición de aranceles por parte de Estados Unidos podría afectar las ventas de productos nipones. Aunque Japón tiene una economía diversificada, las exportaciones hacia Estados Unidos son fundamentales para su crecimiento económico. Además, si las cadenas de suministro de Asia se ven alteradas, Japón podría experimentar problemas en el abastecimiento de componentes y materiales, lo que repercutirá en las industrias locales.
Asimismo, las restricciones comerciales también pueden ocasionar escasez de ciertos productos agrícolas, lo que afectaría tanto a la seguridad alimentaria como al acceso de los consumidores a productos básicos a precios razonables. Aproximadamente el 60 % de los alimentos en Japón provienen del extranjero debido al limitado espacio de su tierra cultivable por su montañosa orografía. El país cuenta con una población de más de 125 millones de personas, y una gran parte de ella vive en áreas urbanas, lo que significa que la demanda de alimentos es alta, mientras que la capacidad de producción dentro del país se ve restringida.
Corea del Sur también depende en gran medida de las importaciones para garantizar su suministro alimentario. El país importa más del 40 % de sus alimentos por su terreno agrícola también limitado. En concreto, compra grandes cantidades de arroz, trigo, maíz, carne de cerdo y soja a países como Estados Unidos, Australia y Brasil, ya que no puede satisfacer la demanda interna con producción local.
Además, cuenta con empresas del sector automotriz que depende de una cadena de suministro global altamente interconectada, con componentes fabricados en diferentes países. Los aranceles y las restricciones comerciales pueden interrumpir el flujo de estos componentes, lo que se sentirá en la producción y en el suministro de vehículos. Además, la incertidumbre sobre las políticas comerciales futuras podría frenar la inversión en nuevas tecnologías y la expansión de la industria.
Sin ir más lejos, Samsung Electronics, uno de los principales proveedores de chips, ensambla en México -que podría ser objeto de draconianos aranceles por parte del Gobierno de Trump en apenas un mes- algunos de los electrodomésticos que exporta a Estados Unidos, mientras que el fabricante de automóviles Kia también tiene una planta en México. Ambas empresas surcoreanas han visto como la cotización de sus acciones han caído significativamente por los temores a los efectos de las medidas proteccionistas estadounidenses. El banco de inversión japonés Nomura calcula que la imposición de aranceles por parte de Estados Unidos supondrá un coste anual de 33.000 millones de dólares a la industria del motor mundial.
Otra cuestión que preocupa es la posibilidad de que los mercados del Sudeste Asiático se vean inundados por un tsunami de productos baratos chinos que ya no son capaces de entrar en Estados Unidos si Trump cumple su promesa de establecer aranceles del 60 % a todas las importaciones chinas.
Los gobiernos de la región ya están sometidos a esta presión. Toda vez que el superávit comercial de China alcanzó la cifra récord de 992.000 millones de dólares en 2024, países como Indonesia han redoblado los esfuerzos para frenar la competencia desleal de China.
En definitiva, si la guerra comercial se agrava, se abren unas perspectivas bastante inciertas para la economía de la región, que podrán empeorar conforme se vaya intensificando la batalla entre Estados Unidos y el gigante asiático.