China y EEUU ante el regreso de Trump (III): Japón y Corea del Sur miran con incertidumbre el cambio en la Casa Blanca

El primer ministro japonés, Shigeru Ishiba, votando. | 首相官邸 (PMO), Wikimedia
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Madrid. China y Japón son importantes socios comerciales pero sus relaciones se han tensado en los últimos años por disputas territoriales y el gasto militar. Las tensiones también surgieron en el último año por la decisión japonesa de verter al océano Pacífico agua de enfriamiento de reactor acumulada desde el desastre nuclear de Fukushima, que el organismo atómico de la ONU consideró segura, pero tanto Pekín como Tokio no desean perturbar sus intereses comerciales, y eso que también tienen disputas con las aguas del mar de China Oriental, unas relaciones que se consolidarán a lo largo de 2025 tal como prometieron el pasado 25 de diciembre en la reunión bilateral de los dos cancilleres.

China y Japón seguirán intentando no hacerse daño económico en 2025. No le interesa. El primer ministro nipón, Shigeru Ishiba, es posible que acuda a la toma de posesión como presidente de Donald Trump, un viaje que certificará las buenas relaciones entre Tokio y Washington, y una clara referencia de la importancia de Asia para Estados Unidos, sobre todo cuando Corea del Norte tiene a Rusia como su ya mejor aliado en la región. Ishiba metió en su programa de Defensa en 2023 unos 300.000 millones de euros, o sea, el 2 por ciento de su PIB, basándose en las amenazas, como resalta Tokio, de China, Rusia y Corea del Norte, un espectacular rearme nipón que rompe con su vieja tradición pacifista heredada de su derrota en la Segunda Guerra Mundial. Un 2025 tenso en la zona, agravado por la grave crisis política de Corea del Sur que Pyongyang pavonea para sus intereses.

China acaba de celebrar el 75 aniversario de la fundación de la República Popular China, y nadie duda de «la modernización que al estilo chino abrirá perspectivas aún más amplias». Pero China tiene muchas prioridades en su política exterior y doméstica, cuyo crecimiento para 2025 se estima en un 5 por ciento, pero es obvio que la principal tarea china radica en llegar a 2049 siendo la «Gran China» que pretende y, para ello, recuperar Taiwán es vital para celebrar así el centenario de la fundación de la república. Pero, al mismo tiempo, China también mide todos sus pasos y sabe que tiene que afrontar realidades diplomáticas eficaces para ganarse la credibilidad de la comunidad internacional. Trasladar a Taiwán acciones como las realizadas por Rusia en Ucrania por ahora a Pekín no le interesa, y si ya la economía global con la guerra ucraniana se ha visto muy afectada, una guerra en el Pacífico sería catastrófico.

China tiene un presupuesto de defensa 13 veces superior a Taiwán, como también lo es Rusia con Ucrania, pero con realidades bien distintas, así que los problemas no se solucionarían con una invasión china. ¿Y qué haría entonces Estados Unidos? De momento, es una incógnita, que puede desorientar a Pekín, pero Washington no quiere entregar el control de las aguas del Pacífico a China. Una invasión tras lo ocurrido con Ucrania no resulta fácil. Pekín se enfrentaría a una isla muy sofisticadamente preparada en defensa con una buena instalación de radar y baterías de misiles. Tal vez de aquí a 2049 también la política china haya dado un giro espectacular. Los tiempos son los tiempos y ya no estará tampoco Xi Jinping, el hombre más poderoso de China, superando a Mao Zadong, y la sociedad china también se transforma.

Habrá que ver cómo se desarrollan los acontecimientos en la isla, que ha decidido aumentar su presupuesto en Defensa hasta un máximo histórico de 19.682 millones de dólares para 2025, una cifra que podría reducirse hasta un 28 % tras la aprobación, por parte de la oposición, de una ley que modifica la asignación de ingresos del Gobierno taiwanés. Y luego hay que ver también la posición de la nueva Administración de Trump, pues los taiwaneses andan preocupados con la insistencia de que deben pagar más para su defensa: hay cierto temor que las buenas relaciones entre Taipéi y Washington puedan sufrir alteraciones en los próximos meses e incluso el nuevo inquilino de la Casa Blanca llegó a criticar a Taiwán al asegurar que la isla «robó» la industria de semiconductores de EEUU y debería pagar a Washington por su defensa. Sin embargo, esta matización le serviría a EEUU para no quedarse con los brazos cruzados en caso de que Pekín incorpore Taiwán a la «Gran China” y con ello los semiconductores, lo que siempre ha querido evitar Estados Unidos. En suma, Taiwán, un foco inestable para 2025, es el principal quebradero de cabeza de la República Popular China, pero Trump, pese a sus bravuconadas, no dejará sola a la isla.

La política de Trump con tanto proteccionismo puede incluso beneficiar a China en su posición con la Unión Europea (UE), ya que Bruselas no va a aceptar las políticas económicas proteccionistas del nuevo inquilino de la Casa Blanca, que también va a remover todos su compromisos con sus socios europeos, africanos y asiáticos, lo que puede permitir a China tener más espacios estratégicos y geopolíticos que Trump irá abandonando, como ya hiciera en su anterior etapa presidencial. O la Inteligencia Artificial (IA), que no pasará desapercibida en 2025 para chinos y estadounidenses.

China no va a debilitarse con Trump e, incluso, puede hacerse más fuerte con esa política proteccionista y con su firme objetivo de ir abandonando organismos militares y económicos, lo que a la larga pueden favorecer a Pekín. Trump reducirá su aportación al AUKUS y al QUAD o el posible desmantelamiento del IPEF (Marco Económico para el Indo-Pacífico), como ya hizo en su momento con el TPP (Acuerdo Transpacífico), disminuirá su presencia y credibilidad en el Indo-Pacífico, y a la espera de nuevos acontecimientos en los litigios del mar de China Meridional y Oriental. Obviamente, todo ello favorecerá la estrategia de Pekín por mucha presión que pueda ejercer la Casa Blanca, incluso le puede servir para llevar a cabo nuevos planes de restructuración de su geopolítica social y económica.

La nueva política de Donald Trump será revisar sus aportaciones a la OTAN, la ONU, la guerra ucraniana y otros organismos, lo que puede debilitar a Washington en el exterior. Beneficiará a China ese cambio estratégico en la geopolítica mundial que Trump parece dispuesto a liderar en los próximos cuatro años, pero veremos sus resultados. Hay que gastar más dinero en defensa, esa es la nueva política del inminente nuevo presidente de EEUU.

Y claro que hay cierto escepticismo en países como Corea del Sur y Japón, los dos mejores aliados en Asia de EEUU, que pueden pagar hasta diez veces más por el mantenimiento de sus bases, al igual en otros rincones del mundo, con más de 700 instalaciones militares estadounidenses desplegadas en el extranjero. Si Washington los aísla o reduce la presencia militar será China la gran beneficiada, como en el caso de Taiwán, que tiene a EEUU como su mayor proveedor de armas. Taiwán detectó esta semana la primera patrulla de «preparación para el combate» del Ejército chino cerca de su territorio en lo que va de año, después de un 2024 en el que Pekín intensificó aún más su presión militar sobre la isla.

Santiago Castillo

Periodista, escritor, director de AsiaNortheast.com y experto en la zona

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