¿Puede la IA desencadenar una guerra abierta entre EEUU y China?

Madrid. Estados Unidos y China caminan hacia una escalada en la guerra tecnológica por el liderazgo mundial en la Inteligencia Artificial (IA). Es la nueva Guerra Fría del siglo XXI, en la que está en juego no solo la supremacía económica, sino aspectos estratégicos que permitan garantizar la seguridad nacional y el poderío militar. En otras palabras, ahora mismo la IA es un instrumento clave para navegar con una brújula fiable en las procelosas aguas de la geopolítica.
En los próximos cinco años, podemos esperar un escenario de intensas rivalidades, avances tecnológicos vertiginosos y cambios inesperados en la economía global. Así lo ha puesto de manifiesto la reciente irrupción de DeepSeek, una startup china con sede en Hangzhou -donde nació el fundador de Alibaba, Jack Ma, actualmente el hombre más rico del gigante asiático-, que ha puesto en jaque a la oligarquía de Silicon Valley con su modelo de IA ‘low cost’. Según los expertos, se trata de una tecnología más eficiente, más fácil de desarrollar y también más barata, lo que ha provocado un seísmo bursátil en el Nasdaq -donde cotizan las grandes compañías tecnológicas estadounidenses- ante la presuposición de que Nvidia, OpenAI, Microsoft, Meta o Google perderán su hegemonía en este campo ante el sorpasso de la innovación china.
Es obvio que eso podría significar menos ventas futuras para estas empresas, en un momento en el que el presidente Donald Trump ha apostado fuerte por este sector con el anuncio de una inversión de 500.000 millones de dólares en los próximos años en Stargate, «el proyecto de infraestructura de IA más grande de la historia», en palabras del mandatario estadounidense.
China ha dado un golpe sobre la mesa que no se esperaba. Y no porque no se viera venir, ya que en la actualidad hay decenas de firmas chinas desarrollando modelos de IA y en el campo de la innovación la competitividad es enorme. En este sentido, China destaca por su capacidad de optimizar los inventos de otros, como ya ha hecho con las baterías, los paneles solares o el vehículo eléctrico. Pero, además, lo ha hecho desafiando a las restricciones de la Administración de Joe Biden a las exportaciones de chips para proteger su patrimonio tecnológico frente a la amenaza china. El demoledor mensaje que ha mandado DeepSeek a Washington es: «tu estrategia ha fallado estrepitosamente, hemos sido más listos que vosotros, ¿qué os pensabais?».
La clave, según Liang Wenfeng, fundador de DeepSeek, es que los jóvenes científicos a los que contrató para este proyecto carecían de experiencia, por lo que se han esforzado en explorar y componérselas de mil maneras para alcanzar una solución.
Con todo, sería prematuro afirmar que las big tech americanas que hasta ahora han dominado la IA están en declive. Han sufrido un revés, pero también han demostrado sobrada capacidad para sobreponerse en un sector tan cambiante. Por tanto, cabe esperar que Estados Unidos seguirá siendo la primera potencia mundial en IA en los próximos años y tomará nota de la llamada de atención de DeepSeek para mejorar sus productos.
¿Cuánto durará esa superioridad? Pues podría ser por poco tiempo. China está construyendo una infraestructura de IA ambiciosa con el apoyo directo del gobierno. En 2020, se presentó el Plan de Desarrollo de Inteligencia Artificial de Nueva Generación, que apunta a consolidar al país como líder global en IA para 2030, con aplicaciones fundamentales a nivel industrial y militar. Además, la superpotencia asiática tiene una ventaja importante, ya que cuenta con acceso a grandes volúmenes de datos debido al control que ejerce sobre la sociedad china, así como a una imponente base de usuarios de plataformas digitales, lo que nutre a sus algoritmos de IA.
En resumen, todo indica que nos dirigimos hacia un recrudecimiento de las tensiones geopolíticas entre Estados Unidos y China en el corto y medio plazo, que con toda probabilidad pillará por medio a Taiwán, donde tiene su sede TSMC, el mayor fabricante de chips del mundo. Cabe pensar que la IA en sí misma no será el detonante inmediato de una contienda militar abierta, pero su desarrollo y aplicación pueden influir en las dinámicas de poder y las relaciones internacionales, lo que aumenta las probabilidades de confrontaciones indirectas o ciberconflictos.







