La geopolítica mundial sube de decibelios con China, Rusia y EEUU como protagonistas
Madrid. La globalización de la política mundial cada vez está más polarizada, una polarización con varios frentes. Rusia recientemente bloqueó con su voto la renovación de un panel de expertos de la ONU que vigila las sanciones internacionales contra Corea del Norte, China se abstuvo, lo que certifica su ambigüedad en su política exterior, la cual choca con Estados Unidos, como en la guerra de Ucrania, Oriente Medio y la crisis de Gaza, además de los litigios que mantiene por las islas del mar de China Meridional con Filipinas y los ya históricos con Japón por el control de las islas de Diaoyu (en chino) o Senkaku (en japonés) que reclama el gigante asiático, mientras Taiwán sigue estando en el ojo del huracán de chinos y estadounidenses, pendientes de nuevos acontecimientos, y Hong Kong está cada vez más acorralada por la nueva ley de seguridad.
Europa, la Unión Europa (UE) y su mejor aliado, EEUU, siguen confiados en que Vladimir Putin no gane la guerra a Ucrania. De hecho, la OTAN planea crear un fondo para Ucrania con 100.000 millones de euros en cinco años, mientras Rusia, al parecer, trata de movilizar unos 300.000 efectivos adicionales el 1 de junio. Al mismo tiempo, el papa Francisco aboga contra los «vientos de guerra» sobre el viejo continente, conflictos que condicionan las relaciones internacionales y que al mismo tiempo la inestabilidad política se extiende por otros rincones mundiales, donde ya Rusia ha aprovechado la salida de Francia del desierto africano y controla la zona del Sahel, donde los golpes de Estado de militares, apoyados por Moscú, comenzaron a sucederse en Mali, Burkina Faso y Níger, territorios por los que circulan la inmigración, el tráfico de drogas y el yihadismo.
El Sudeste Asiático también se mueve, y todo indica más a favor de China frente a EEUU como potencia preferida, una zona que está salpicada de escenarios tensos en el continente asiático. Por una parte, está rivalidad de China con EEUU por liderar su hegemonía frente a las ambiciones chinas en controlar las islas del mar de China Meridional con enormes dificultades con Filipinas, que cuenta con el apoyo de EEUU, una tensión que no cede y que cada vez va a más, incluso Pekín ni reconoce que la Corte de Arbitraje Permanente de La Haya en 2016 diera la razón a Manila en un laudo, pero Pekín insiste en que esas islas y atolones del mar de China Meridional, ricas en recursos y claves para el comercio mundial, son por razones históricas de China.
Pero al margen de estos litigios marítimos entre China y Filipinas, otros países como Vietnam, Malasia, Brunéi y Taiwán también reclaman territorios del mar de China Meridional. Y recientemente, ya en el mar de China Oriental, en el Nordeste Asiático, el pasado 20 de marzo, una de las flotillas de la Guardia Costera china realizó patrullas en aguas cercanas a las islas Diaoyu, conocidas como Senkaku en Japón pero reclamadas por China, lo que originó las protestas de Tokio, aunque Pekín insistió que había informado que la Flotilla 1301 realizó patrullas en «aguas territoriales chinas frente a las islas Diaoyu» para «salvaguardar» su derecho a la navegación «conforme la ley».
Y siempre, como dicen los chinos, las islas Diaoyu y sus islotes adyacentes son «territorio inherente» de China y que los guardacostas chinos llevarían a cabo más actividades de aplicación de la ley para salvaguardar la soberanía en las aguas bajo su jurisdicción. El conflicto por las Diaoyu/Senkaku, conquistadas por Japón tras la guerra con China en 1894-95, se ha recrudecido en los últimos años, a raíz de que en septiembre de 2012 Japón nacionalizara el suelo de tres de ellas.
Por otra parte, ahí tenemos a Corea del Norte y su cada vez más estrecha colaboración con Rusia, que recibe un buen armamento norcoreano para su guerra con Ucrania, mientras Pyongyang abrió recientemente sus puertas al turismo ruso para que las divisas circulen por el país con importantes ingresos que lamentablemente luego van a parar para seguir financiando su enorme programa nuclear, motivo por el cual se ve sometido a fuertes sanciones por su afán de seguir lanzando misiles y por reactivar sus programas nucleares.
Todo ello desemboca en una realidad tensa en la península coreana cuando los ejércitos de Corea del Sur, Japón y EEUU realizaron a finales de marzo maniobras aéreas conjuntas en las que participaron al menos un bombardero estratégico estadounidense en aparente respuesta al lanzamiento, horas antes, de un misil balístico de alcance intermedio (IRBM) por parte de Pyongyang, que responde también con maniobras con ensayos de artillería en la frontera con el Sur con el objetivo de aumentar su «preparación para el combate y la capacidad bélica real», una realidad sin hechos posibles dado que pese a las tensiones existentes en la península coreana no va a ver ninguna guerra. No obstante, Pyongyang celebra que todos sus misiles de combustible sólido ya tienen capacidad de portar armas nucleares.
Mientras, Hong Kong vive una nueva regresión política con la nueva ley de seguridad, de fuertes críticas internacionales por su posible impacto en las libertades y autonomía de la ciudad, que da aún más razón a Taiwán cuando en su día confió en que la antigua colonia británica se respetaría la fórmula de un país, dos sistemas, una idea original que nació de la propuesta de Deng Xiaoping, cuando el Reino Unido lo devolvió en 1997 a China con esa condición, pero tras años el empeoramiento político ha sido tan significativo que Taipéi no sólo desconfío de esa fórmula sino que la desconfianza ha sido claramente rechazada por gran parte de los taiwaneses.
Eso sí, a chinos y estadounidenses no les interesan tensionar aún más sus relaciones bilaterales, pese a sus discrepancias sobre asuntos de la geopolítica internacional, pero tanto Pekín como Washington han repasado, el 2 de abril pasado vía telefónica, asuntos de máxima actualidad como los efectos de las recientes elecciones presidenciales de Taiwán o la enorme preocupación de la Casa Blanca por el apoyo que hace Pekín a Rusia en el guerra de Ucrania, cuyo apoyo cada vez es más vital para Putin, además de todas las acciones que ejecuta el gigante asiático en el Pacífico, la propia Inteligencia Artificial (IA), donde ambas potencias están de acuerdo en colaborar, o la ciberseguridad.
Y también ha sido importante la colaboración entre las dos primeras potencias mundiales en la lucha contra el tráfico del fentanilo, un opioide sintético que está causando estragos entre la población estadounidense que se ha convertido en la peor crisis de drogas en la historia del país. Pero tanto Xi Jinping como Joe Biden hablaron por primera vez desde la cumbre de noviembre pasado en San Francisco en el marco de los esfuerzos de ambos países para reducir las tensiones bilaterales. Y es obvio que lo que tratan ambas partes que las relaciones comerciales no dañen a nadie, y más cuando la actualidad de la geopolítica mundial sigue subiendo demasiados decibelios.
Y sin olvidar que ocurrirá cuando los ministros de Exteriores del G7, el grupo de democracias más ricas del mundo, se reúnan el próximo 17 de abril en la isla italiana de Capri para tratar la situación en zonas de conflicto como Ucrania y Oriente Medio (Gaza) pero con la atención también puesta en África y en la región del Pacífico y Taiwán. Y ya antes se habrán celebrado, el 10 de abril, las elecciones parlamentarias de Corea del Sur, claves para la estabilidad política del actual presidente del país, Yoon Suk-yeol, pero también en la próxima semana Joe Biden recibirá al presidente de Filipinas, Ferdinand Marcos Jr, y al primer ministro de Japón, Fumio Kishida, respectivamente, en una cumbre en la que se analizará la influencia de China en la región de Asia Oriental. Pero en especial cuando Manila y Tokio han tenido problemas con la guardia costera china contra buques filipinos en el mar de China Meridional y con las nuevas maniobras de Pekín en aguas cercanas a las islas Senkaku (en japonés) o Diaoyu (en chino), en el mar de China Oriental.
El mundo global no tiene unanimidad en sus soluciones finales. Y pese a las notables diferencias entre Pekín y Washington con el rechazo de EEUU a China por su apoyo a Rusia en la guerra de Ucrania, la seguridad en los mares de China Meridional y Oriental, pero sobre todo en el estrecho de Taiwán, las dos primeras potencias no quieres herirse comercial ni económicamente.







