China, Japón y Corea del Sur se ponen en guardia frente a los aranceles de Donald Trump

El presidente estadounidense, Donald Trump. | Gage Skidmore, Flickr
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Madrid. Las cosas van en serio y las tres grandes potencias del nordeste asiático, China, Japón y Corea del Sur, han decidido plantar cara al proteccionismo del presidente estadounidense, Donald Trump, con una declaración conjunta con la que tratan de proteger sus economías. Quedan en un segundo plano las querellas históricas que aún se reprochan desde la Segunda Guerra Mundial estos tres países o la notable presencia militar americana en la península coreana y en el archipiélago japonés, unos 80.000 efectivos en total. Prima la defensa de sus intereses comerciales compartidos.

Estas tres potencias exportadoras celebraron en Seúl el pasado 30 de marzo su primer diálogo económico en cinco años con el objetivo de que fluya el comercio en la región ante las amenazas arancelarias de Trump. Durante este encuentro, sus ministros de Comercio decidieron fortalecer la cooperación en la cadena de suministro y profundizar el debate sobre los controles de exportación. Además, acordaron avanzar en las negociaciones para establecer un Tratado de Libre Comercio (TLC) entre los tres países para promover el comercio regional y global.

Según esta información, difundida por el medio estatal China Central Television (CCTV), Japón y Corea del Sur quieren importar materias primas para la fabricación de semiconductores a China, mientras que el gigante asiático está interesado en los chips de Japón y Corea del Sur, de acuerdo con este canal. No obstante, según informa Reuters, para las autoridades surcoreanas esta afirmación es «un tanto exagerada», mientras que Tokio desmintió tal conversación. El ministro de Comercio nipón, Yoji Muto, simplemente admitió que en la reunión se produjo un intercambio de opiniones sobre el actual panorama del comercio mundial. Palabras en clave que denotan la desconfianza que ha desatado a nivel global la agresiva política comercial de la Administración Trump desde que el gobernante tomó posesión del cargo el pasado enero y también un compromiso conjunto para buscar nuevas alianzas con las que hacer frente a este desafío que podría tener un severo impacto económico. Se trata, por tanto, de mitigarlo.

Esa es la idea que se transmitió en el comunicado tras el encuentro, donde se prometía ahondar en ese diálogo tripartito en pos de la cooperación económica y comercial. Es un plan de colaboración incipiente, pero, sin duda, toda una declaración de intenciones. Los tres países también trabajarán de forma conjunta para avanzar en tecnologías energéticas limpias, incluidas las energías renovables, la nuclear y el hidrógeno, así como promover la cooperación en el ámbito digital.

Pero es obvio que los tres países priorizan la economía pese a sus divergencias geopolíticas.
Pekín, Seúl y Tokio son relevantes socios comerciales de Estados Unidos, aunque entre ellos han mantenido disputas por cuestiones territoriales. Por ejemplo, el litigio por las islas Senkaku -llamadas Diaoyu en China-, un grupo de pequeñas islas deshabitadas en el mar de China Oriental, pero de gran importancia estratégica por sus recursos naturales, como la pesca y posibles yacimientos de gas y petróleo. Están bajo soberanía japonesa desde 1972 pero que China las reclama desde la Segunda Guerra Mundial. Otro conflicto es el de las islas de Leodo, cerca de la línea divisoria entre las aguas de Corea del Sur y China, en el mar de Japón (mar del Este), un territorio donde Corea del Sur construyó una estación de investigación en 2003, mientras que China también ha reivindicado sus derechos en la región. O las desavenencias por las islas Dokdo (llamadas Takeshima por los japoneses), también en el mar de Japón (mar del Este), que tienen un significado simbólico e histórico tanto para Corea del Sur como para Japón, islas gobernadas por Seúl y reclamadas por Tokio.

Pese a todo, los vínculos políticos y económicos entre Japón y Corea del Sur no solo favorecen a la seguridad de ambas naciones asiáticas sino también al subsistema regional del noreste de Asia, y al sistema global, además de favorecer a sus respectivas economías.

China es el principal socio comercial de Corea del Sur y el segundo mayor destino mundial de las inversiones surcoreanas, mientras que China y Japón, la segunda y cuarta economía mundial, tienen cada vez más interdependencia la una de la otra. Por un lado, China necesita la tecnología japonesa y el valor añadido de una economía madura y, por otro, Japón requiere de un mercado chino ávido de consumismo y de una mano de obra con la que abaratar los productos japoneses y convertirlos en más competitivos. Es decir, los conflictos bélicos se antojan, por ahora, como «imposibles». Manda la economía.

En los últimos años, también ha sido un tema de gran controversia entre estos tres países el vertido al océano de aguas residuales de la central nuclear de Fukushima después del desastre de 2011. Diez años más tarde, el gobierno japonés anunció su decisión de liberar al mar alrededor de 1.25 millones de toneladas de agua tratada, que fue almacenada en los tanques de la planta, lo que suscitó las protestas de Corea del Sur, que comparte una extensa frontera marítima con Japón, por el temor a los efectos en el medio ambiente marino y en la industria pesquera nacional. China también ha mostrado similar preocupación por este asunto, lo que ha derivado en tensiones diplomáticas.

A pesar de ese contexto adverso, los tres países han identificado la amenaza comercial con un encuentro que se anticipó en unos días al 2 de abril, la fecha que Trump calificó del «Día de la Liberación» y en el que anunció aranceles recíprocos a la importación de cualquier producto que llegue a su país, una medida que va a tener importantes consecuencias en el comercio mundial. Estos aranceles son parte de una estrategia más amplia de Estados Unidos para corregir lo que Trump entiende como abusos comerciales por parte de otros países, especialmente China.

Sin embargo, el este de Asia ha sido una de las zonas del mundo más vibrantes desde el punto de vista económico y el proteccionismo de Trump se percibe como un potencial lastre para el desarrollo de un enorme mercado trilateral de productos industriales, agrícolas y tecnológicos que durante décadas ha sido el epicentro global de la industria manufacturera. El Producto Interior Bruto (PIB) combinado de estas tres naciones supone aproximadamente el 25 % de la economía mundial, mientras que su población representa el 20 % de la total del planeta.

De ahí, la lógica de mantener engrasadas las relaciones comerciales entre estos actores clave de la región mediante tratados de libre comercio. Según algunos estudios realizados por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el crecimiento de la economía de estos tres países podría verse reducido como consecuencia de los aranceles de Estados Unidos entre un 0,2 % y un 1 % a medida que se vayan implementando, y dependiendo de su duración y de la severidad de los mismos.

Cada día está más claro que estamos ante el comienzo de una compleja partida de Risk que marcará el cambio de una época de multilateralismo y de las alianzas tradicionales para dar paso a una reconfiguración de la globalización como resultado de los nacionalismos económicos. No un derrumbe, ya que, por más que quiera Trump, las interconexiones comerciales por medio de las cadenas de suministro siguen siendo el sostén fundamental de cualquier economía, incluida la estadounidense. Esto es lo que China, Japón y Corea del Sur están recordándole al inquilino de la Casa Blanca.

Santiago Castillo

Periodista, escritor, director de AsiaNortheast.com y experto en la zona

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