Ucrania y Azerbaiyán, juntos contra el separatismo

Madrid. Hace casi un año, el 24 de febrero de 2022, Ucrania fue invadida por Rusia. En muchos medios, esta guerra fue presentada como una confrontación entre la democracia y la dictadura, lo nuevo y progresista contra lo soviético y revisionista. En este contexto pueden sonar sorprendentes a primera vista las palabras de apoyo de Myjailo Podolyak, asesor del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, en la televisión moldava hace dos semanas a Azerbaiyán en su disputa con la vecina Armenia. El político ucraniano llamó el bloqueo de la región separatista de Nagorno-Karabaj desde diciembre una provocación rusa, que tiene como fin distraer la atención mundial del conflicto en Ucrania.
El conflicto en Nagorno-Karabaj (también conocido como Artsaj) se remonta a la época soviética, cuando las fronteras entre las diversas repúblicas fueron trazadas ignorando a menudo su composición étnica. En los años 80 y 90, cuando la URSS se estaba desmoronando, los movimientos nacionalistas resurgieron por todo el país, especialmente en el Cáucaso. La disputa entre Ereván y Bakú acabó convirtiéndose en una guerra de gran escala, que resultó en la ocupación armenia del territorio disputado y varios municipios adyacentes. El ‘statu quo’ se mantuvo hasta 2020, cuando Azerbaiyán lanzó una ofensiva relámpago y retomó más de la mitad de las tierras perdidas. Dos años después sigue sin haber acuerdo de paz y resolución definitiva alguna. Mientras tanto, Bakú está presionando cada vez más a su vecino para que éste renuncie, culminando en diciembre con el alegado bloqueo del corredor de Lachín, el último nexo del territorio separatista con Armenia.
Poco después de su independencia, el poder político en Azerbaiyán fue monopolizado por la familia Alíyev, que sigue gobernando el país a día de hoy. Por otro lado, Armenia, aunque con muchos defectos, seguía siendo una democracia. Aun así, desde su independencia Kiev se decantó siempre más por Bakú que por Ereván, que mantenía unos lazos muy estrechos con Moscú. Ucrania heredó amplios arsenales de armamento, convirtiéndose en una de las principales fuentes de armamento para los azeríes en la época. Altos cargos de ambos gobiernos organizaron numerosas visitas a los respectivos países. Abulfaz Elchibey, el segundo presidente del país, nombró a Ucrania como prioridad en su política exterior en el espacio postsoviético.
En 2014, Rusia se anexionó Crimea y estalló la guerra del Donbás. Ahora Ucrania y Azerbaiyán compartían un problema común: ambos tenían una parte de su territorio ocupada por el país vecino. Eso los arrimó más cerca que nunca, considerando, además, que Ereván apoyó a Moscú en la disputa. Asimismo, desde su independencia Bakú se alió con Turquía, miembro de la OTAN, lo que le abría a Ucrania un vasto espectro de armamento para reformar su ejército e intentar retomar los territorios perdidos. Por eso los renombrados drones turcos Bayraktar acabaron en manos de Kiev, que los usó últimamente para contrarrestar el poderío militar ruso en el campo de batalla.
Sin embargo, antes de la guerra de 2022, Ucrania mantuvo lazos estrechos con Georgia, que junto con Moldavia acababa la lista de países exsoviéticos con conflictos congelados. Kiev apoyó a Tiflis en 2008, cuando el Kremlin intervino en el país para asegurar la independencia de las regiones separatistas de Osetia del Sur y Abjasia. El entonces presidente, Mijeíl Saakashvili, después de acabar su presidencia empezó a participar activamente en la política ucraniana, apoyando la revolución de la plaza de Maidán en 2013.
Aun así, las relaciones empezaron a empeorar después de que Saakashvili fuese encarcelado en 2021 por las autoridades georgianas, acto que se encontró con la crítica por parte de Kiev. Además, durante la guerra en Ucrania, Tiflis mantuvo una posición bastante ambigua al respecto, no llegando a adherirse siquiera a las sanciones occidentales. Aunque la población georgiana está del lado ucraniano en su mayoría, el Gobierno toma cautela. En abril y mayo de 2022, cuando el mundo entendió que la guerra no sería ningún ‘blitzkrieg’ como prometía Moscú, se hablaba de abrir un segundo frente en Georgia contra las repúblicas separatistas. Aun así, Georgia se abstuvo de tomar decisiones drásticas. Últimamente, varios medios informan incluso que el parlamento georgiano está considerando reabrir el tráfico aéreo, cerrado desde 2019 por iniciativa rusa.
Mientras tanto, Bakú intentó distanciarse de Moscú después del 24 de febrero. Viendo que el Kremlin estaba concentrado en su frente occidental, usó el momento para seguir presionando a Ereván. En diciembre, varios cientos de activistas ecológicos se manifestaron en contra de las alegadas explotaciones mineras ilegales en territorio separatista. Bakú, que suele sofocar cualquier protesta independiente lo antes posible, apoyó abiertamente a los manifestantes por la televisión estatal. El Gobierno azerí niega su participación, culpando a los pacificadores rusos, establecidos en el corredor después de la guerra de 2020, de bloquear el paso y escalar la situación. Esta retórica la retomaron la prensa y los altos cargos ucranianos, que se ven reflejados en las declaraciones del citado Myjailo Podolyak.
Medios independientes como ‘RFERL’ o ‘Eurasia.net’ hallan la situación bastante sospechosa, considerando lo repentino que surgió el movimiento. Se supo tras explorar sus redes sociales que muchos de los involucrados resultaron ser grandes admiradores del presidente y miembros de organizaciones estatales.
Además, el argumento de que Rusia usa el conflicto para distraer la atención del público levanta muchas dudas. Es verdad que el Kremlin intentó en múltiples ocasiones desviar la atención de la guerra para intentar reducirla a un simple conflicto latente. Pero en el caso de Karabaj, Moscú estaría perjudicando a su aliado y a su propia presencia en la región, reforzando la convicción de muchos de que los pacificadores no son capaces de mantener la estabilidad de la región.
Asimismo, las autoridades armenias están cada vez más insatisfechas con la posición rusa en el conflicto. Cuando Azerbaiyán atacó el territorio armenio en septiembre (por primera vez en décadas), Ereván pidió ayuda a la ODKB, alianza militar liderada por Moscú. No obstante, nadie acudió a su auxilio, que enfureció a muchos políticos armenios, entre ellos, el primer ministro, Nikol Pashinián. El Kremlin no quiere arriesgarse a empeorar sus lazos con Turquía, antigua aliada de Bakú, que es uno de los pocos canales de negociaciones entre Kiev y Moscú.
Las declaraciones de Podolyak van en línea con la guerra diplomática que está desencadenando Ucrania contra Rusia. Zelenski demuestra con sus viajes al extranjero su resolución de mantener las portadas de los grandes noticiarios y la atención del mundo fijados en su país. Para aislar al Kremlin del mundo, Kiev apoya a todo país que se declare en contra de la invasión, por muy diferentes que sean, pero critica y denuncia a los que mantengan una posición ambigua. En el amor y la guerra todo está permitido.







