Taiwán: la agenda pro-Trump de Lai Ching-te (I)

Madrid. Un trazo muy característico del mandato presidencial de Lai Ching-te en Taiwán es, sin lugar a dudas, el desarrollo de una agenda pro-estadounidense que afronta, como reto principal, el acoplamiento con el marco de intereses de la Administración Trump.
Si el acomodo con la precedente administración demócrata enfatizaba el valor político (democrático) o estratégico (el corazón del Indo-Pacífico y su posición en la primera cadena de islas), ahora el énfasis debe ser trasladado a la definición de Taiwán como actor clave para que Estados Unidos pueda avanzar en la consecución de los objetivos nacionales trazados según el saber y entender de Donald Trump.
Los llamamientos a la democracia, la libertad o las alianzas tienen poco peso. Lo realmente importante es mostrarle a Trump la influencia que tiene Taipéi y cómo puede ayudarle a cumplir su promesa de reindustrializar EEUU. Es por eso que su gobierno ha promovido el enfoque «Taiwán puede ayudar», que le presenta como socio ideal para la reindustrialización, es decir, para impulsar el crecimiento del sector manufacturero estadounidense.
Lo que Lai espera obtener a cambio es una garantía de seguridad pues solo un Taiwán seguro, dice, puede ayudar a «hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande», y la seguridad y la prosperidad de Estados Unidos se verían directamente amenazadas si China continental se hiciera con el control de Taiwán.
Pero este enfoque exige a Taipéi sacrificios nada desdeñables. Hagamos un somero inventario.
Seguridad y defensa
El gabinete del Partido Democrático Progresista (PDP) debe, primero, demostrar a Washington la firme determinación de defender su seguridad nacional así como su voluntad de asumir la responsabilidad de mantener la paz y la estabilidad en el Estrecho. A finales de agosto se anunció un aumento del 22,9 por ciento en el gasto de defensa para 2026, aumentando potencialmente el gasto militar al 3,39 por ciento del PIB por primera vez desde 2009. Altos funcionarios estadounidenses han reclamado a Taiwán que aumente su gasto militar al 5 por ciento o incluso al 10 por ciento del PIB, y, según previsiones, se espera que llegue al 5 por ciento en 2030.
Comercio
Las relaciones comerciales bilaterales viven inmersas en un torbellino. Para calmar las aguas, la Administración Lai está dispuesta a cerrar contratos energéticos con EEUU, incluso con sobrecosto. Un ejemplo que avanza es el del gas natural, reduciendo las compras a Catar en beneficio de Washington. Según el Ministerio de Economía, la proporción de importaciones procedentes de Catar ha pasado del 49 % en 2013 al 2 % en 2023, mientras que el incremento de las importaciones desde Estados Unidos alcanzó el 10 % en 2023 (3 % en 2019).
Las misiones para comprar productos agrícolas estadounidenses (soja, maíz, trigo), además de carne de res, por varios miles de millones de dólares, son parte de los esfuerzos para reducir el superávit comercial bilateral y tienen como objetivo evitar los aumentos arancelarios impuestos a las importaciones taiwanesas por la administración del presidente Trump. Por el momento, a diferencia de sus vecinos Corea del Sur o Japón, Taipéi no ha logrado cerrar un acuerdo arancelario. Donald Trump, anunciara a principios de abril un arancel adicional del 32 por ciento sobre las importaciones taiwanesas a Estados Unidos, con los productos semiconductores y de tecnología de la información y las comunicaciones (TIC) exentos de la medida. El arancel del 32 por ciento se redujo posteriormente al 20 por ciento y entró en vigor el 1 de agosto, sin que mediara ningún acuerdo.
Semiconductores
Este es el núcleo central de la relación. El fabricante de chips taiwanés TSMC ha comprometido una inversión en Arizona superior a los 150 mil millones de dólares en fundiciones de última generación. No parece haber sido suficiente para calmar la apetencia de la Casa Blanca. Los partidos de oposición a Lai (Kuomintang-KMT y Partido Popular de Taiwán-PPT) han expresado su preocupación porque la expansión de TSMC en Estados Unidos corre el riesgo de socavar la ventaja competitiva de Taiwán en la fabricación de semiconductores, su principal “escudo” para disuadir un conflicto.
Los rumores sobre la posible adquisición de una participación en Intel por parte de TSMC han estado circulando durante meses. Esas inversiones podrían ayudar a la compañía estadounidense a mejorar su tecnología, lo que crearía un competidor más fuerte para TSMC, mientras que una asociación podría resultar en filtraciones en perjuicio de Taiwán.
Y más preocupante aun es la pretensión aireada por el secretario de Comercio de Estados Unidos, Howard Lutnick, quien reconoció estar presionando a Taiwán para que adopte un acuerdo de fabricación «50-50», lo que aparentemente significa que la mitad de los chips utilizados en Estados Unidos se fabricarían en el país. De ser así, el poder de negociación de seguridad de Taiwán se esfumaría a corto plazo.
Contactos políticos
Las visitas de congresistas estadounidenses a Taiwán o las interacciones militares han experimentado una relativa mejora. Quizá lo más relevante sea el encuentro llevado a cabo en septiembre de este año, por Alexander Yui, el principal representante de Taiwán en EEUU, quien se reunió en Washington con el equipo de asesores de inteligencia más cercanos a Trump (Junta Asesora de Inteligencia del Presidente), lo que marcó uno de los encuentros más altos entre ambos países en este periodo.
Discurso estratégico
Taiwán se encuentra en el epicentro de un cambio radical que determinará la futura arquitectura de seguridad del Indopacífico. El triunfo o el fracaso de la disuasión repercutirá mucho más allá del estrecho de Taiwán y transformará radicalmente la dinámica de poder global. Pero también la dinámica de concesiones a EEUU puede acarrear un costo político impagable por años al PDP si lo que recibe a cambio sugiere una transacción que no garantiza ni siquiera la pervivencia de su actual estatus.