El ocaso económico de Japón se acelera con la sangría del yen

Banco de Japón. | Kakidai, Wikimedia
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Madrid. La economía de Japón empieza a parecerse a un enfermo de tuberculosis que espera su dudosa curación en un sanatorio alpino en el que se le dispensan cuidados oportunos a diario, como aquel que recreó el escritor Thomas Mann en su obra cumbre, ‘La montaña mágica’.

El Banco de Japón lleva años procurándole respiración asistida con unos tipos de interés ultrabajos, apostando persistentemente por los estímulos para hacer revivir al paciente al precio que haga falta. Con ello, se ha desmarcado del endurecimiento monetario desplegado en los últimos tiempos por la Reserva Federal estadounidense o el Banco Central Europeo para embridar la inflación, que se ha convertido en un escollo para los gobiernos a escala mundial tras la pandemia y la guerra de Ucrania. Sin embargo, eso no ha sido suficiente en el archipiélago para que la política monetaria varíe demasiado.

Poco antes de que se conocieran los datos del Producto Interior Bruto (PIB) del tercer trimestre, que arrojaron una contracción que puso fin a la expansión del primer semestre del ejercicio, el Gobierno japonés ya ultimaba un nuevo paquete de incentivos económicos valorado en cerca de 17 billones de yenes (107.000 millones de euros) que incluye rebajas de los impuestos sobre la renta, con el fin de apoyar a las familias temporalmente ante la aceleración de la inflación, según explicó el primer ministro nipón, Fumio Kishida. Para financiar el nuevo plan, el Ejecutivo tiene previsto un presupuesto adicional de cerca de 13,1 billones de yenes (82.000 millones de euros).

Pese a que el país ha estado inmerso durante décadas en un implacable ciclo deflacionista, el Índice de Precios de Consumo (IPC) subió un 2,8 % en septiembre en términos interanuales, con un brusco aumento del precio de los alimentos del 8,8 %, hasta situarse en un nivel no visto desde 2001. La inflación se ha mantenido en Japón durante casi dos años por encima del objetivo del 2 % del Banco Central ante el repunte de los costes de las importaciones, la escasez de mano de obra y unos salarios relativamente elevados. Era el momento propicio, por tanto, del balón de oxígeno, que coincide además con unos índices de aprobación del Gabinete de Kishida en mínimos, lo que impregna a la medida una pátina populista.

La última lectura del PIB de la tercera economía del mundo para el periodo entre julio y septiembre mostró un retroceso del 2,1 %, una cifra mucho peor que las previsiones del mercado, que barajaban un descenso del 0,6 % y que contrastan con el crecimiento del 4,5 % registrado en el trimestre anterior. Es reflejo de un consumo y unas inversiones débiles, en medio del declive de la demanda china, aún al ralentí tras la draconiana política de «Covid cero» de Pekín. No se descarta incluso otra contracción en el último cuarto del año, lo que haría entrar a Japón en una recesión técnica después de dos trimestres consecutivos con la economía en picado. Esto, sin duda, complica los esfuerzos del banco central de ir retirando paulatinamente su colosal red de estímulos que se vienen aplicando desde la época de la «Abenomía», la política económica del ex primer ministro Shinzo Abe.

En esa coyuntura económica está teniendo mucho que ver el desplome del yen, que ronda mínimos de 33 años frente al dólar, como consecuencia del diferencial de tipos de interés entre Estados Unidos y Japón. Esto podría contribuir a que Alemania desbanque a Japón como tercera mayor economía del planeta en 2023, pese a que la locomotora europea se encuentra en horas bajas tras experimentar una nueva contracción económica en el tercer trimestre que le está impidiendo dejar atrás la crisis que viene acusando este año. Sin embargo, el euro no se ha depreciado tanto frente al dólar como la divisa japonesa. De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), el PIB nominal de Alemania alcanzará los 4,4 billones de dólares este año, por encima de los 4.2 billones de dólares de Japón.

Y es que, si bien un yen débil beneficia a la facturación en el extranjero de las empresas niponas -especialmente a las del sector turístico-, que se vuelven más competitivas y ven incrementadas sus remesas al repatriarlas, también repercute negativamente en las cuentas nacionales al encarecer las importaciones en un país que depende de ellas sobremanera.

Esta es la perspectiva inmediata del país asiático que, por otra parte, tampoco sorprende después de tres décadas de estancamiento, en el que su economía poco a poco fue perdiendo poderío y dejó de amenazar con comerse a Estados Unidos, como ocurría en los años 80 del siglo pasado.

Fue la época dorada que encumbró al país en todo el mundo. Con Hirohito en su etapa tardía como emperador, el país culminaba su milagro económico que inició con la reindustrialización desarrollada en la década de 1950, con conglomerados similares a los ‘chaebols’ de Corea del Sur como motores del crecimiento gracias al grifo constantemente abierto del crédito bancario. Salía así de la devastación causada por la derrota en la Segunda Guerra Mundial, que le dejó como herencia un déficit comercial de dimensiones jupiterinas. Su apuesta por el modelo capitalista, con el respaldo del intervencionismo y el proteccionismo del Estado, sentó las bases para que el país desempeñara un papel clave en el comercio internacional, alcanzando tal robustez que en 1968 se convirtió en la segunda mayor economía mundial, batiendo a la República Federal de Alemania. En suma, encadenó cuatro décadas en las que registró las mayores tasas de crecimiento del mundo y dobló las de Europa Occidental.

Detrás de ese éxito estaba toda una megafactoría que exportaba alta tecnología al resto de países, con Sony, Toyota, Panasonic o Toshiba como puntas de lanza. Los videojuegos japoneses alcanzaron popularidad mundial, con las consolas de las marcas Nintendo y Sega en los hogares de millones de niños en todo el planeta, lo que hizo florecer a una industria que crecía cada día más de la mano de iconos como Super Mario Bros., hasta conectar los gustos de infantes y adolescentes ‘urbi et orbi’ en una época en la que no existía internet.

También en el terreno audiovisual echó la patita a Estados Unidos en términos de colonización cultural con películas exitosas que hacían un retrato de los japoneses como una sociedad más avanzada que el resto. En concreto, en España, por ejemplo, no había niño que no viera en la tele series de dibujos animados como ‘Campeones’ o ‘Bola de Dragón Z’ y no rindiera culto a aquellos «magos del balón» y superhéroes a la japonesa, solo por mencionar algunos. También era habitual en las discotecas y pubs ochenteros tararear y bailar los números uno de grandes bandas internacionales como The Cure (Japanese Whispers) o Alphaville (Big in Japan), que evocaban en sus letras al país asiático.

Sin embargo, la historia a veces depara desenlaces inesperados. Desde finales de 1991, la economía nipona se resintió por el estallido de la burbuja financiera e inmobiliaria que se venía produciendo -los bienes raíces japoneses aumentaron más de 50 veces entre 1955 y 1986-. Comenzó así lo que se denominó la «década perdida», que interrumpió de forma abrupta la extraordinaria expansión económica que hacía presagiar que Japón sería la primera potencia mundial en poco tiempo. Eso nunca ocurrió y hasta 2003, el ritmo medio de crecimiento se hundió hasta tan solo el 1,4 % anual, una trayectoria que se mantuvo hasta 2010, cuando China superó a Japón y pasó a ser la segunda mayor economía del planeta gracias a su fuerte competencia.

Desde entonces, ni los agresivos estímulos del que fuera primer ministro Abe ni del Banco Central han conseguido mucho para relanzar el pulso económico de Japón. Tanto es así, que el FMI no solo prevé que Alemania adelante a Japón en 2023 en términos de PIB, sino que pronostica que el país podría incluso caer a la quinta posición entre 2026 y 2028. India, uno de los actuales motores de crecimiento de la economía mundial, apunta a ocupar la cuarta plaza en apenas tres años, según los analistas de S&P y Morgan Stanley.

La realidad es que la economía de Japón no ha logrado recuperar el dinamismo del que gozaba antes de la crisis que sacudió sus cimientos hace ya más de 30 años. Al contrario, sufre graves problemas sin una solución a la vista: es el país con la mayor deuda pública del mundo, por encima del 250 % del PIB, y el más anciano, ya que casi el 30 % de su población tiene 65 años o más y el 10 % supera los 80 años, con un récord de centenarios, nada menos que 92.000.

Santiago Castillo

Periodista, escritor, director de AsiaNortheast.com y experto en la zona

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