Sin tratado de paz 65 años después de la «guerra coreana”

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Madrid. El sesenta y cinco aniversario del comienzo de la guerra de Corea es una buena oportunidad para recordar el alcance y significación de aquel conflicto, el mayor de la “guerra fría” y para lanzar una mirada sobre las consecuencias e implicaciones de aquella guerra, que técnicamente aún no ha concluido ya que terminó con un armisticio pero no con un tratado de paz y que debe servir para que todas las partes implicadas busquen la solución para reunificar un país que quedó dividido tras la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial.

La división de Corea fue un hecho histórico previsible y prácticamente inevitable, teniendo en cuenta las tensiones políticas que dominaban el escenario político internacional en 1945, tras la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial, que colonizaba toda Corea (1910-1945) pero se hizo realidad con la división entre Norte y Sur de la península. 

El 25 de junio de 1950 comenzó la guerra entre las dos Coreas, nadie pensaba que ello podría ocurrir, pero la fuerte agresividad del Norte bajo el régimen de Kim Il-sung sorprendió a todos con una invasión relámpago, lo que provocó que cuatro ofensivas en diferentes puntos del paralelo 38 destrozaron la tenue línea defensiva del Ejército del Sur y llevaron a la ocupación del Seúl en apenas tres días.

Precisamente el triunfo de la revolución comunista en China el 1 de octubre de 1949 alteró completamente el equilibrio geoestratégico de Asia Oriental, además, el líder ruso Stalin, que venía de sufrir serios reveses en Europa, entre ellos el cisma yugoslavo,  quiso recuperar terreno en Asia y dio su aprobación a un ataque norcoreano a Corea del Sur y de esta forma las tropas de Kim Il-sung avanzaron hacia el sur, arrasando prácticamente a las fuerzas surcoreanas, que apenas pudieron replegarse en torno a la ciudad de Busan, a 325 kilómetros de la capital surcoreana.

Stalin estaba poco interesado en colaborar con Mao Zedong en la recuperación de Taiwán, tras la guerra civil con la China continental,  tenía pendiente todo lo que sucedió con Josip Broz Tito en Yugoslavia, el único líder comunista europeo que había llegado al poder por sus propios medios y no como consecuencia de la ocupación soviética, pero la guerra coreana se desencadenó por la desconfianza entre Pekín y Moscú y por la enorme capacidad de Kim Il-sung de manipular todo lo que pudiera para invadir el Sur y sabiendo su dependencia de rusos y chinos para su objetivo.

Los soviéticos estaban convencidos de que EEUU nunca intervendrían en la invasión norcoreana y esto fue un grave error de cálculo de Stalin y todo sería un paseo para Kim Il-sung, pero China para su ayuda y participación exigía suministros de Moscú sobre todo en la cobertura aérea ante las modesta y pocos medios del Ejército Popular de Liberación chino, pero pese a la posición ambigua de Stalin, Mao después mandó a miles de soldados chinos a ayudar a Corea del Norte. Para los expertos, el líder soviético era más poderoso y Mao más seguro en un conflicto en el que cada uno defendía sus propios intereses, tal como se vio en el desarrollo de los acontecimientos.

Es notorio resaltar que a raíz de la victoria del Ejército japonés en la guerra chino-japonesa de 1895, hasta el establecimiento de un protectorado sobre Corea (al término de la guerra ruso-japonesa) y la posterior anexión por Japón en 1910, se mantiene en la península coreana hasta la derrota nipona en la Segunda Guerra Mundial en agosto de 1945.

Durante la Segunda Guerra Mundial (y aún antes), los nacionalistas coreanos, tanto los pro-occidentales, como los de orientación filosoviética o china, se habían mostrado activos contra el imperialismo y el militarismo japonés e incluso algunos hasta lucharon contra los japoneses en Birmania (actual Myanmar), pero los más se unieron al Ejército soviético o a las unidades de Mao en Manchuria, entre ellos, el que poco después habría de ser el fundador de la República Popular Democrática de Corea (RPDC), Kim Il-sung, origen, asimismo, de una “dinastía” de dirigentes, que ha regido los destinos de la RPDC desde su fundación en 1948 hasta hoy.

El Consejo de Seguridad de la ONU debatió la invasión norcoreana y ya se vieron involucrados en el conflicto Estados Unidos junto a otros países de las Naciones Unidas, pero el visto bueno de la ONU vino en una votación en la que la antigua URSS se había ausentado en protesta por no incluir a China en el organismo y entonces Moscú no pudo usar su derecho de veto al no estar presente en la reunión que facilitó el envío de una fuerza multinacional para repeler el ataque norcoreano.

En suma, fue un conflicto bélico que no resolvió nada, en el que EEUU registró más de 50.000 muertos, frente a unos dos millones de coreanos y entre medio millón y un millón de chinos, entre ellos Mao Anying, hijo mayor de Mao Zedong, que murió durante un ataque aéreo sirviendo como voluntario en la guerra coreana, el 25 de noviembre de 1950.

De hecho, la complicada geografía del país y su adversa climatología invernal contribuyeron a hacer más áspero y mortífero el conflicto, además se emplearon enormes recursos militares y humanos y la guerra marcó un antes y un después en lo que al uso de la aviación se refiere.

Diez años después de finalizar la contienda bélica, Moscú y Pekín seguían sin ponerse de acuerdo cuál de los dos había finalmente dado luz verde a Kim Il-sung  a emprender la invasión. No obstante, Mao no tenía planes estratégicos respecto a Corea en el sentido de poner en cuestión su soberanía, incluso antes de la guerra, su máxima preocupación era la de mantener el equilibrio con Rusia en esa zona y tampoco pretendía retar militarmente a Estados Unidos, pero los chinos entraron en la guerra después de largas deliberaciones y mucha indecisión.

La Unión Soviética quería alargar las negociaciones de alto el fuego y, obviamente, la guerra tanto como fuera posible por toda clase de intereses, pero concluida la contienda, las relaciones con China se deterioraron a causa de la falta de transparencia con la que Stalin provocó a Kim Il-sung para que invadiera el Sur y después por el ímpetu con que empujó a China a intervenir en esa invasión norcoreana, lo que conllevaría que diez años después la Unión Soviética se convertiría en el principal adversario de China.

Luego el 23 de julio de 1953, dos años después de haberse iniciado las conversaciones en Panmunjom, las partes firmaron un armisticio que, hasta ahora, no ha sido refrendado con un tratado permanente de paz en la península coreana. Una guerra que sirvió para aniquilar a ambas Coreas con la destrucción de todas sus estructuras y contribuyó a alimentar durante décadas la confrontación bipolar de la llamada “guerra fría”,  aún en el siglo XXI presente en este rincón del mundo. Un golpe mortal para la reunificación de todo el país tras la colonización japonesa (1910-1945) y su derrota en la Segunda Guerra Mundial.

China es con toda probabilidad el actor clave de este complicado escenario de una posible reunificación. China ha privilegiado siempre la estabilidad y aunque no comparta los planteamientos y el modus operandi de Pyongyang, tampoco desea ver una península de Corea reunificada bajo la égida de Seúl y Washington, pero los tiempos cambian y las buenas relaciones entre Pekín y Seúl hace soñar que algún día pueda haber una sola Corea, aunque los chinos tienen que controlar a Kim Jong-un y salvaguardando al tiempo sus intereses geoestratégicos en la zona.

Es anacrónico que aún perdure la división de la península coreana, que aún siga existiendo “bandos” y todo tipo de intereses que impiden un diálogo definitivo para estampar un tratado de paz, pero si las conversaciones a seis bandas (EEUU, China, Rusia, Japón y las dos Coreas) son claves para poner fin al programa nuclear norcoreana, ahora son vitales que estos mismos países decidan cerrar para siempre la existencia del único rincón de la “guerra fría” con perspectivas de una reunificación de toda Corea como lo fue en su época.

Santiago Castillo, periodista, escritor, director de Asianortheast.com y experto en la zona

Santiago Castillo

Periodista, escritor, director de AsiaNortheast.com y experto en la zona

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