Nuevo Tíbet: significativo foro de desarrollo en Lhasa

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Madrid. Con la llegada del nuevo milenio y, en especial, en la segunda década del siglo XXI, puede decirse que el Tíbet se ha despedido del pasado y avanza hacia el futuro a un ritmo acelerado.

Expertos y periodistas chinos y de diversos países han acudido al Foro de Desarrollo del Tíbet que se ha celebrado recientemente en la capital Lhasa. El concepto sobre el Tíbet existente todavía en países europeos y en  EEUU aún responde a considerarlo como una mítica región de Himalaya aislada del mundo exterior y donde los visitantes extranjeros pueden entregarse a la meditación en un ambiente de tranquilidad antagónico con las prisas y urgencias en la vida de la sociedad occidental.

Uno de los más crasos errores es el de considerar que la sociedad tibetana se ha desarrollado históricamente en un ambiente de felicidad y tranquilidad, que no debe ser alterada por una creciente llegada de visitantes y de incorporación de características de la sociedad moderna, como por ejemplo la ruptura del aislamiento tibetano con la llegada de la línea de ferrocarril de mayor altitud en el mundo, que llega a alcanzar una cota de 5.072 metros.

Lo cierto, lo real y no la imaginación novelada es que en el Tíbet regía un régimen de servidumbre feudal que combinaba de forma drástica la política con la religión. Pero no como con la religión cristiana en tantas partes del mundo, sino ejercitando una verdadera “tiranía” por la casta de los lamas. En el viejo Tíbet más del 90 por ciento de la población no gozaba de ningún derecho ni libertad. Todos los siervos pertenecían a los monasterios y a los nobles.

Los lamas llegaban al punto de que solo se seleccionaba un 10 por ciento de escogidos para que pudiesen aprender a leer y a escribir. El resto de la población eran siervos en condiciones inhumanas, teniendo a veces los más pequeños que compartir los alimentos en corrales y pocilgas o disputándoselos a los perros.

Expertos, políticos y periodista procedentes de 33 países y regiones del mundo clausuraron días pasados el Foro sobre el desarrollo del Tíbet habiendo alcanzado un acuerdo sobre el desarrollo de esta región, ubicada en el suroeste de China. No obstante, desde mi perspectiva, una de la conclusiones más importantes del Foro es la de la total compatibilidad entre la tradición, la protección de la cultura y la transformación de la nueva sociedad con el mucho más alto nivel de vida alcanzado y identificado con el camino hacía una sociedad modestamente acomodada como en el resto de China.

Tampoco ha faltado la preocupación por conjugar el modernismo con la conservación del medio ambiente de la zona. Según la subdirectora de la oficina de Información del Gobierno, Cui Yuying, el evento “ha favorecido el fortalecimiento del entendimiento y la amistad, ha permitido forjar consensos y eliminar ángulos muertos”. Para la alta funcionaria, el Foro ha logrado que la comprensión de los participantes sobre el Tíbet alcance un nuevo nivel.

El director e investigador de Instituto de Historia sobre el Tíbet, Zhang Yun, señaló en la clausura como el Tíbet debe afrontar un mayor desarrollo del turismo y como su cultura tradicional puede preservarse al mismo tiempo que se mantiene el desarrollo económico. El Foro estuvo patrocinado por la Oficina de Información del Consejo de Estado de China y el gobierno regional del Tíbet.

En otro orden de cosas, en la visita de los asistentes a Lhasa, han podido comprobar como la ciudad que se limitaba alrededor de la calle Barkor no existiendo más allá solamente tierras baldías donde el polvo de arena cubría el sol o se llenaba de barro con la lluvia, con el contraste del desarrollo vertiginoso de la nueva Lhasa, pasando la superficie de la cuidad de unos 3 kilómetros cuadrados a 55 kilómetros cuadrados en la actualidad.

Por otra parte, el primer tren entre Lhasa, la capital del Tíbet, y Shigatse, la segunda mayor ciudad de esta región, partió a primeros de agosto de la primera de estas localidades, después de cuatro años de obras para ampliar la línea férrea más alta del mundo y en la actualidad, el viaje entre Lhasa y Shigatse (llamada Xigaze en mandarín) podrá cubrirse en dos horas, frente a las cuatro que suelen emplearse en los trayectos por carretera, cuyo tramo abarcar los 251 kilómetros.

Pero no todo queda en asuntos económicos, ya que los políticos siguen ahí pendientes. Por un lado, el Gobierno chino siempre se ha opuesto a que el Dalai Lama, líder espiritual y religioso tibetano en el exilio, fuera recibido por autoridades mundiales, como ocurrió hace varios meses de su encuentro con Barack Obama y otros dirigentes europeos.

Pero, por otro, lo que realmente desea el Dalai Lama, según su propia oficina en el exilio, es que en un corto plazo de tiempo, el Tíbet sea una «auténtica autonomía dentro de la Constitución de China«, sin violación de la soberanía o la integridad territorial del gigante asiático, y para alcanzar ese objetivo también el primer ministro del Gobierno tibetano en el exilio, Lobsang Sangay, destacó su voluntad de una solución negociada. Una propuesta que no va reñida con la independencia que siempre rechazó Pekín y sobre todo cuando las autoridades chinas vienen acusando al Dalai Lama de fomentar el separatismo.

El Tíbet vivió un gran auge turístico en 2013, cuando marcó un récord de casi 13 millones de visitantes, un 22 por ciento que el año anterior, con un importante ascenso de turistas extranjeros que ronda los 225.000, un 14,5 por ciento más que en 2012, mientras los ingresos turísticos llegaron a unos 2.800 millones de dólares, según cifra oficiales de la Administración tibetana.

Para China, Tíbet forma parte de su territorio nacional desde que la dinastía mongola (Yuan, 1279-1368) amplió los confines del imperio hasta la cordillera del Himalaya. Los Qing oficializaron la inclusión de Tíbet en sus fronteras y enviaron a los primeros hanes –etnia mayoritaria de China, el 90 por ciento de los casi 1.400 millones de habitantes- a instalarse en el Techo del Mundo.

Luego en el siglo XIX, la debilidad de los Qing facilitó la pugna entre los imperios británico y ruso por repartirse Asia y en 1914, Londres consiguió, tras apoyar la independencia de Tíbet declarada el año antes, que los representantes tibetanos firmaran el documento de reparto de su región, que dejó bajo control británico la zona al sur de la denominada línea McMahon, pero Pekín no dio validez al texto al considerar que los tibetanos no tenían poder legal para decidir sobre las fronteras de China.

Posteriormente, el Ejército Popular de Liberación de China entró en Tíbet en 1950 y en menos de un año el Dalai Lama y Pekín llegaron al Acuerdo de 17 Puntos, que daba autonomía a la región dentro de la soberanía china, pero después Estados Unidos, enfrentado a China en la guerra de Corea, trató de debilitarla agitando Tíbet, para lo que la CIA estadounidense envió grupos de paracaidistas a formar a las guerrillas y ya 1959, se produjo la revuelta que terminó con la huida del Dalai Lama y su gobierno a India, donde en la localidad septentrional india de Dharamsala residen desde entonces.

Ángel Maestro, periodista, politólogo y analista internacional

Angel Maestro

Periodista, politólogo y analista internacional.

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