Japón y Rusia reanudan conversaciones previas a la cumbre del G7 con las islas Kuriles en medio

Islas Kuriles
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Madrid. El primer ministro japonés, Shinzo Abe, quiere aprovechar la reunión del G7 de finales de mayo para ir con los deberes bien hechos, en una cita en la que pretende recibir el apoyo de sus miembros para sus objetivos políticos, tras el reciente encuentro en el balneario ruso de Sochi (mar Negro), con el presidente ruso, Vladímir Putin, además de ver la situación que mantiene con Pekín en el mar de China Oriental, pero con Rusia lo importante son las islas Kuriles que siguen bajo su soberanía desde la Segunda Guerra Mundial.

Mientras en esta semana, los ministros de Medio Ambiente del G7 se encuentran en la ciudad japonesa de Toyama para debatir los compromisos establecidos para el 2020 contra el calentamiento global, las siete naciones más industrializadas -Japón, Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Francia, Canadá e Italia- analizarán en esa cita a finales de mayo, entre otros asuntos, cuándo aplicar las medidas pactadas en el Acuerdo de París, tras la XXI Conferencia sobre el Cambio Climático, celebrada en la capital gala en diciembre de 2015.

Pero Shinzo Abe, sabiendo de la importancia de esta reunión del G7 los días 26  y 27 de mayo en el parque natural nipón de Ise-Shima (prefectura de Mie), para albergar esta cumbre, la sexta que se celebra en Japón, ha realizado a primeros de mayo un viaje por Europa donde se reunió con los líderes de Italia, Francia, Bélgica, Alemania, Reino Unido y Rusia, así como su visita a Bruselas para impulsar con la Unión Europea (UE) las negociaciones para un tratado de libre comercio entre Tokio y los países comunitarios Europea.

La visita del ministro de Asuntos Exteriores japonés, Fumio Kishida, a Rusia, en abril pasado, donde se encontró con su homólogo, Serguéi Lavrov, constató que de momento Moscú no tiene planes de devolver las islas Kuriles (Iturup, Kunashir, Shikotan y Habomai) a  Japón, pero Abe en este encuentro con Putin ha evidenciado su interés en que ambos países firmen un tratado de paz pese a la reclamación de estas islas bajo soberanía rusa desde la Segunda Guerra Mundial, lo que siempre supone un obstáculo para mejorar las relaciones y entrar en otros asuntos.

Al mismo tiempo, Shinzo Abe y Barak Obama reforzarán en esta cumbre del G7 sus relaciones ante los últimos desafíos nucleares de Corea del Norte, que está sirviendo a Japón para su desarrollo militar ante la preocupación de China, que acusa a Estados Unidos de interferencias en sus litigios con Tokio en el mar de China Oriental por el control de las islas Diaoyu (según China) y Senkaku, para Tokio), y que han originado frecuentes choques diplomáticos, reclamadas por ambos países.

Pero es posible que estos asuntos controvertidos, como los del mar del sur de China o del mar de China Oriental, queden fuera del orden del día de esta cumbre del G7, tras la solicitud hecha por China a Japón de que no fueran tratados en esta ocasión.

En suma, una cumbre donde se mezclara la política y la economía con distintos intereses dentro de la una globalización que no resuelve los problemas definitivos, aunque todo parece indicar que entre los puntos que se tratarán en la cumbre del G7 es muy probable que se analice el parón en el crecimiento chino y sus consecuencias para la economía en el mundo, algunos asuntos relacionados con las medidas que se adoptarán para combatir el terrorismo global y la petición de Abe a sus colegas para que condenen las recientes pruebas nucleares de Corea del Norte.

Estados Unidos manifestó su oposición a que Japón celebrara la reunión con Putin, en línea con las represalias adoptadas por los norteamericanos a raíz de las intervenciones militares de Rusia en Ucrania y Siria y que fueron rubricadas también por Japón como aliado de Estados Unidos, pero Abe y Putin se reunieron, sin embargo, en un intento por recuperar un proceso de normalización de sus relaciones que se remonta setenta años en el pasado y que impide que, desde entonces, estos dos países firmen un tratado de paz.

El escollo principal es la soberanía sobre las islas Kuriles, ocupadas por Moscú desde 1945, y la exigencia de Japón para que le sean devueltas como parte de su territorio. En concreto, la disputa se limita a cuatro islas situadas en el Pacífico las citadas, Kuriles (Iturup, Kunashir, Shikotan y Habomai, de un total de cincuenta y seis, entre la isla de Hokkaido en Japón y la de Sajalin en Rusia, que forman parte de lo que los japoneses llaman los Territorios del Norte y los rusos las Kuriles del Sur.

Las islas Kuriles no han estado siempre en manos rusas; desde el inicio de su colonización en el siglo XVII por la Rusia zarista han cambiado de manos en varias ocasiones, con intervenciones del imperio británico cuando consideraron que su imperio estaba en peligro, hasta que en 1855 Rusia y Japón firmaron el Tratado de Shimoda, que reconocía la soberanía de Japón sobre estas cuatro islas en tanto que el resto quedaba bajo soberanía rusa. No fue hasta 1945 cuando Rusia volvió a ocupar las cuatro islas bajo soberanía japonesa y procedió a deportar a los 17.000 japoneses que las habitaban.

Por otra parte, Japón firmó en 1951, junto con los aliados vencedores de la Segunda Guerra Mundial, el Tratado de Paz de San Francisco, no rubricado por la desaparecida Unión Soviética, en el que Japón renunciaba a sus derechos sobre las islas Kuriles, es decir, todas menos las cuatro en disputa, ya que Japón no reconoce a éstas como parte del archipiélago y, posteriormente, Rusia propuso a Japón la devolución de las dos islas más meridionales, oferta que rechazó ya que estas dos islas representan sólo el 7 por ciento del territorio de las cuatro.

Desde entonces ha habido intentos fallidos de resolver la disputa territorial hasta que, en 2013, en un encuentro entre altos funcionarios de los dos países, decidieron retomar las conversaciones que deberían conducir a la firma del tratado de paz.

No cabe duda de que el interés de Rusia y Japón por las islas en disputa tiene una importante motivación económica, ya que se trata de áreas ricas para la pesca y que probablemente contengan importantes reservas de petróleo y gas más allá de sus costas, a lo que se une su potencial atractivo turístico por sus volcanes y la enorme variedad de especies de aves que albergan.

Japón se vería muy beneficiado en su búsqueda de una alternativa a la energía nuclear, tras el accidente de Fukushima, igual que Rusia, cuyos ingresos se resienten tanto por la bajada de precios del petróleo como por las consecuencias derivadas de las sanciones que le fueron impuestas tras haberse anexionado Crimea.

En todo caso los dos líderes han alcanzado logros en su reciente entrevista en el mar Negro que manifiestan una voluntad real de recuperar el ritmo de las negociaciones y de impulsar el diálogo en todas sus dimensiones -política, económica, comercial, de inversiones y humanitaria- y de mantener contactos estrechos y de alto nivel en los diversos foros multilaterales.

Además, los rusos han expresado su intención de mantener conversaciones con el formato 2+2, es decir, con la presencia de sus respectivos ministros de Defensa y de Asuntos Exteriores -Sergei Lavrov, y Fumio Kishida, ministros de Asuntos Exteriores de Rusia y Japón, respectivamente, que estaban presentes en la reunión de Abe y Putin en el balneario ruso de Sochi (mar Negro)– y con otros formatos, encaminadas a resolver la disputa territorial, aunque de momento serán los ministros de Exteriores quienes se verán en una nueva cita sobre este asunto en el mes de junio.

Abe confirmó la invitación hecha a Putin para visitar Japón, sin fecha determinada aún, y Putin, a su vez, ha invitado a Abe al Foro Económico Oriental, que se celebrará en el mes de septiembre en Vladivostok.

Juan de Castro Pita

ex consultor de Naciones Unidas

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