Japón y España, sin crispación
Madrid. De viaje inverso estábamos en el 77. Tokio, Barcelona. Aquel viaje anual de empresa tuvo poco de informes y todo de sorpresa. Llegábamos del Japón sonriente en su crecida global, y casi desde el aeropuerto sentimos la sonrisa en aquella España nueva conciliadora, esperanzada, también sonriente. Los españoles ya no eran tan bajitos, ni tan morenos y con bigote, y desde luego no estaban siempre cabreados, es decir, crispados. El cambio ese año fue a caras y actitudes ciudadanas nuevas.
El pasado 2016, el viaje fue Madrid-Tokio. Viviendo un poco a caballo entre los dos países me dio el mal pensamiento de hacer una lista de causas o razones pro-crispación que podrían haber atacado a la ciudadanía japonesa. Y se me grabó la inquietante pregunta: ¿se habrían crispado sus caras y sus actitudes como había sucedido en España en estos 40 años después de aquel inicio esperanzador? Pues los virus atacantes de crispación, en Japón y en España durante esos 40 años se parecían increíblemente. Acosaban cada día.
- Reformas constitucionales sobre el papel del ejército y la educación cívica de la historia.
- Chorreo de escándalos de corrupción política, cada uno a su escala, pero escándalos.
- Las “Abenomics”, sin claros resultados positivos. Calco de las “Rajonomics”, o viceversa.
- El imparable envejecimiento de su población, haciendo imposible su digno ocaso.
- La abdicación de su Emperador, y problemas de sucesión femenina.
- El escándalo de cada día de las “Puertas Giratorias” para sus grandes prebostes.
- Las mentiras continúas sobre el control de contaminación nuclear. Y sus contradicciones.
- Los impagables impuestos sobre las herencias.
- La irritante disputa intermitente con China por sus islas.
- Los pasados secuestros de japoneses, y los sospechados actuales por Corea del Norte
Estos y más motivos apunté hace un año esperándomelos crispados. Pero todo seguía cívicamente igual. No vi que éstas sus preocupaciones reales y sentidas aventasen la crispación en sus tertulias televisivas, bares, reuniones de amigos, o servicios y comportamiento público. Seguían las mismas sonrisas, amabilidad, atención y dedicación a su trabajo…Tentación del panegírico en este aspecto, y mencionar a los sakuras.
Entonces la pregunta dio la voltereta: ¿de qué estrato histórico o componente genético provenía esa su actitud cívica envidiable?
Y recordé, no sé si con cierta tristeza, lo que también fuimos nosotros hace 40 años cuando flotábamos en la reconciliación y la esperanza. Dejo, sin crispación a los politólogos, sociólogos, y demás fuerzas intelectuales el análisis de lo de Japón, e incluso lo nuestro. Que San Crispín, curador de los crispados, les ilumine. Yo sólo doy fe de lo que viví como ciudadano, sin formulármelo, en el 77 aquí, y en el 16 allá. En los dos momentos me sentí pisando tierra querida y respetada por sus peatones, y rodeado por una sociedad superunida en su labor de continuidad histórica constructiva. Todos los rostros, palabras, acciones sin crispación alguna. Los que no lo vivieron que viajen y vean; allí sigue. Yo también viajo aquí a nuestro 77 por si así nos repetimos.